Siempre fui una de esas niñas que para que no se aburran les das colores y hojas. Pintaba con el esmalte de uñas de mi madre, tenía esa necesidad de aprender a dibujar un rostro, esa avidez. Me encantaban los lápices, los drypens. Era parte de mi mundo, dibujaba hadas y princesas y bosques y casitas.
Mis padres se separaron cuando tenía tres años, y eso me marcó, el ir y venir, el desasosiego. Aunque tengo la sensación de que me gustaba estar sola. Revolviendo cajones viejos. Jugando a armar ciudades en el cuarto. Jugando con una valija llena de botones que era de mi abuela. Me apasionaban esos mil quinientos botones diferentes. Había una cuota de obsesión en ese mundo infantil que tiene mucho que ver con lo que hago hoy.
Fui una niña introvertida, tímida, y a consecuencia de eso no demasiado feliz y no muy comprendida. Tenía un mundo interior muy rico, y creo que en parte de ahí surge esto que hago ahora. Que es como intentar volver a ese lugar para rescatar lo esencial.
El mundo exterior me daba un poco de miedo. Sentía que no encajaba en ningún lado, que no iba a gustar. Tengo la sensación de que durante mucho tiempo hice cosas que otros podrían esperar de mí. Quería demostrar que valía. Pero eso te pesa, te pasa factura.
Lo que hago hoy tiene mucho de espontaneidad, pero al mismo tiempo algo de meticulosidad. En general el resultado no está previsto, no suele haber un boceto previo, dejo que la obra tome su propio curso; pero sí hay un control, y eso habla de mí. Yo miro lo que hago y veo que hay una persona estética allí. Alguien sensible, inquieto, que busca expresarse, con delicadeza.
No hay otra cosa. Cualquier otra cosa implicaría un esfuerzo. Quizás estoy volviendo a lo más básico. En un punto es volver a eso, ir más adentro, seguir aprendiendo, es como el único camino.
Hay algo de esa niña solitaria que se armó unos líos barbaros, que salió de ahí y vuelve a ese mundo a expresarse. Ese universo de los botones, de los detalles, era una defensa contra un mundo exterior un poco hostil, algo que me hace seguir trabajando. Y al mismo tiempo estoy rescatando las cosas que siento que valen la pena.
Mucho de lo que muestro aquí es tan íntimo y personal como el contenido de mi mesa de luz: habla de mí, es mi mundo. Interior. De la niña. Y me animo a sacarlo para afuera, acá está.